Un quirófano, una novela gótica y un taller mecánico.

Una cirujana plástica -en formación- te cuenta qué tienen en común un quirófano, una novela gótica y un taller mecánico.

Nacer, crecer, y volverme cirujana plástica. El plan siempre estuvo ahí y yo, a mis 8 años de edad, ya sabía todo lo que esto implicaba e involucraba. O al menos, eso pensaba yo.

En México, según la fuente en la que busques, se realizan casi un millón de procedimientos de cirugía plástica al año. Entre los procedimientos más frecuentes se encuentran la mamoplastía de aumento, liposucción y rinoplastía, y en cuanto a procedimientos reconstructivos, los más frecuentemente realizados son la cirugía de reparación de labio y paladar hendido, y el tratamiento de quemaduras. Hoy en día, la relación a nivel nacional entre estos procedimientos estéticos y los reconstructivos es de aproximadamente 30 lipos por cada queiloplastía. Yo también suponía tener una relación similar dentro de mi práctica profesional. ¿Y por qué no lo haría si así se hace en todo el país?

De recién egresada, yo era médico de turno en la clínica de hemodiálisis del Hospital Médica Sur en la Ciudad de México. La nefrología, a diferencia de la cirugía plástica, por más sorprendente que pueda ser, ofrece pronósticos muy reservados a sus pacientes. Y fue a través de esta experiencia que confirmé que el papel de un médico en la vida de sus pacientes va mucho más allá del cuidado de la salud física o el estado de homeostasis, sino que también es importantísimo el estado de salud mental, la autoestima y, en resumidas cuentas, las ganas de vivir la vida al máximo.

Pasó el tiempo, y porque una cosa siempre lleva a otra, en verano del 2021 me encontraba inmersa en un sueño. Me habían contratado como fellow en investigación en el departamento de cirugía plástica y reconstructiva del hospital Houston Methodist (HMH), en Houston Texas.

Debo admitir y aclarar desde ahora, que éste es un centro altamente especializado, por lo que las experiencias que comparto no son para decir que un país hace o es más que otro, sino simplemente que he tenido la oportunidad de abrir ampliamente mi panorama profesional gracias al hecho de estar aquí. Es posible que otros centros en EE. UU. compartan números similares a los que tenemos en promedio en México, y que algunos en México superen a otros en EE. UU.

Restauramos, reconstruimos y regeneramos aquellas partes que la naturaleza ha dado, pero que la fortuna ha arrebatado. No tanto para deleitar la vista, sino para levantar el ánimo y ayudar a la mente de los afligidos.”

Gaspare Tagliacozzi (1545-1599).

Desde el siglo XX, y como bien lo retrata Durkheim (1858-1917), la sociedad ha buscado un estatus de hiperespecialización. Y si bien eso fue con lo que me encontré en HMH, me di cuenta de que la cirugía plástica y reconstructiva es un macrocosmos en sí mismo. Claro que también se realizan mamoplastias, lipos y rinos, pero también aprendí que la realidad aumentada, los estudios de género, la biología molecular y también el anticongelante (sí, como el de coche), son parte de las herramientas que una cirujana plástica debe dominar como parte de su práctica profesional; mismas que te permiten reconstruir a una paciente postoperada por cáncer de mama, realizar cirugías de cambio de sexo asignado al nacimiento, utilizar tejidos de un paciente para evitar una respuesta inmune inesperada, o bien, reinervar un músculo utilizando el nervio de otro músculo (algo así como el Dr. Frankenstein hizo con su criatura).

Hoy, como investigadora en todos estos temas, yo también me encuentro en constante evolución. Pero si algo ha permanecido constante desde los tiempos de Imhotep (siglo XXVII a.C.), es el deseo del médico de generar un cambio positivo en la vida de sus pacientes. Este compromiso lo vivo a diario con los doctores investigadores con los que trabajo, quienes obtienen -y obtenemos- nuestra satisfacción al ver a un paciente cuando puede volver a sonreír, cuando su esperanza se vuelve más fuerte al saber que con el paso del tiempo y ayuda de la fisioterapia, volverá a caminar o darle la mano a su familia, o bien, cuando una paciente saca sus brasieres del cajón en el que los tenía escondidos. Detrás de cada operación exitosa hay una historia de transformación, un renacer físico y anímico. La cirugía plástica tiene el poder de cambiar vidas para siempre.

Todo esto lo comparto para decir que mi deseo permanece inquebrantable. Estaba equivocada cuando decía que ya lo sabía todo respecto a la cirugía plástica, muy equivocada. Pero no podía ser más acertada en que éste es mi camino. Como cirujana plástica en formación, sé que éste es apenas el comienzo de un largo camino por recorrer, pero me encuentro animosa de ver qué hay al final y compartirlo con mi familia, mi compañero de locuras y esposo, Sebastián y, ¿por qué no?, también con todos ustedes, a quienes invito a dar vuelo a su curiosidad, para que ustedes también descubran, bajo sus propios términos, qué tienen en común un quirófano, una novela gótica y un taller mecánico.

 

Alexa De la Fuente Hagopian

Postdoctoral Research Fellow

Instituto de Cirugía Reconstructiva Hospital Houston Methodist

adelafuenteh@houstonmethodist.org

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