Movilidad activa para ciudades más humanas

Amsterdam, Países Bajos
2023

Diversas investigaciones en el mundo han demostrado, que en promedio, los seres humanos
tenemos un “presupuesto de tiempo” de alrededor de una hora por día para transportarnos.
Esto quiere decir que, en promedio, tenemos un límite de tolerancia de una hora al día para
soportar el tráfico. Es verdad que en la mayoría de las ciudades y áreas metropolitanas del
mundo este “presupuesto de tiempo” no parece realista. Tan solo revisemos la Ciudad de
México, donde en promedio las personas adultas pasan más de 3 horas en el tráfico. Pero,
¿será que pasar tanto tiempo en el tráfico es una decisión propia y consciente? Sin duda la
respuesta a esta pregunta es compleja. Sin embargo, es cierto que el diseño y la planeación
de nuestras ciudades y sistemas urbanos han perpetuado este tipo de condiciones, donde
pasar más de 3 horas en el tráfico parece ser normal, y donde todos nos vemos afectados sin
darnos cuenta.

Por décadas, el diseño de las ciudades modernas ha sido orientado por el uso del automóvil.
Desde los albores de la urbanización y el auge del capitalismo industrial, la mayoría de las
ciudades en el mundo han centrado su atención, y sin duda su inversión, en facilitar la
adopción y el uso del automóvil, en una asunción errónea de que todas las personas tienen
acceso a este modo de transporte. La realidad es que para la mayoría de la población
mexicana, la mayoría de sus viajes lo realizan en transporte colectivo, y para otro gran
porcentaje, el automóvil se ha convertido en la única opción aparente para poder desplazarse
a costa de muchísimos recursos.

Según el International Institute for Sustainable Development, el transporte representa
alrededor del 64% del consumo mundial de petróleo, el 27% de todo el uso de energía, y cerca
de un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. En un momento donde
la crisis climática amenaza la salud e integridad de millones de personas, estas estadísticas
ponen de manifiesto la necesidad fundamental de revisar y transformar nuestros paradigmas
urbanos. Lo que han puesto en evidencia las distintas crisis globales, es que tenemos que
revertir la forma en la que vivimos cotidianamente. Porque aunque hemos aprendido a
normalizarlo, vivir en un sistema urbano con constante ruido, tráfico, siniestros de tránsito, y
aire sumamente contaminado, es sin duda insostenible y dañino para todos. La buena noticia
es que tenemos el poder de cambiar ese sistema, por otro que ponga justo en el centro las
necesidades de las personas.

De acuerdo al Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), las ciudades
pueden reducir el consumo de combustible relacionado con el transporte en casi un 25% a
través de políticas y estrategias como incentivar la movilidad activa, que efectivamente
reduzcan la dependencia del automóvil. No obstante, es común encontrarnos con mucha
resistencia en la conversación sobre las alternativas de movilidad, puesto que pareciera una
competencia entre la bicicleta, u otros medios no motorizados, en contra del dominante
automóvil. La realidad dista mucho de este interminable e innecesario conflicto, puesto que
diversos estudios han demostrado que cuando más personas utilizan medios alternos al
automóvil, generan impactos positivos para toda la población, incluidos aquellos que no los
usan (los automovilistas). Utilizar medios como la bicicleta, representa un viaje menos en auto
o transporte público, lo cual equivale, por un lado a menos contaminación, ruido y tráfico, y
por otro a menos saturación de las rutas de transporte colectivo que tienen alta demanda y
poca capacidad. Pero ¿cómo desaprender todas estas narrativas centradas en el automóvil?

Es cierto que los gobiernos tienen una enorme responsabilidad para ampliar la oferta de
servicios de transporte para que las personas diversifiquen sus modos de desplazamiento a
través de políticas públicas integrales. Además, es verdad que los cambios estructurales no
ocurren de la noche a la mañana. Pero encima de exigirle a nuestros gobernantes que
incorporen estas políticas, también hay una serie de acciones individuales que podemos
ejercer desde nuestra comunidad para fomentar ciudades más humanas. Si revisamos
brevemente la historia de los Países Bajos, es innegable reconocer el poder que tuvo la
sociedad civil para exigir que pararan las muertes infantiles por siniestros de tránsito en los
años 70s. Proteger la vida de niñas y niños fue el verdadero impulsor para una movilidad
centrada en las personas, que al día de hoy, vuelven a Países Bajos uno de los referentes más
grandes en sostenibilidad y movilidad activa. La historia de Países Bajos comprende una
trayectoria compleja con una combinación de factores externos, pero también con una fuerte
voluntad política y un profundo involucramiento de la ciudadanía, lo cual permitió a este país
cambiar su sistema urbano para devolver las calles a las personas. Hoy, ciudades como
Amsterdam, son inspiración de muchas otras que apenas empiezan su camino en la
transformación urbana.

Ahora, nuestras sociedades pueden comenzar por entender que el caminar y andar en
bicicleta es un derecho… nuestro simple e irrefutable derecho a la ciudad. Mucho más que la
libertad individual de acceder a los recursos urbanos, movernos libremente en bicicleta o
caminando representa un derecho a cambiarnos a nosotros mismos, cambiando la ciudad y
en consecuencia promoviendo un cambio social más grande. Si logramos entender que la
ciudad, sus calles, parques, y corredores, son de todos, y que todos tenemos el derecho a
disfrutarlos y transitarlos, entonces habremos logrado establecer una nueva realidad que
ampliamente reconozca a todos los diversos usuarios de la vía (peatones, ciclistas, pasajeros
de transporte público, y automovilistas), y por ende crea ciudades verdaderamente más
sensibles y amables… o simplemente, más humanas.

 

 

Daniela Abril Gutierrez | Arquitecta por la UDLAP, Maestra en Gestión y Desarrollo Urbano por la
Universidad Erasmus de Rotterdam, es especialista en movilidad y gobernanza urbana.
Coordinadora de proyectos en investigación en BYCS, Amsterdam.

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