“Mis emociones: ¿Dejo que me controlen o tomo el control?”

Los seres humanos vivimos desafíos significativos en estos últimos meses, hemos estado expuestos a situaciones complicadas en nuestras vidas, como cambios de horarios y modalidades de trabajo, aprendizaje y adaptación a nuevas tecnologías, desarrollo de nuevos hábitos, pérdida y recuperación del sentido de libertad, nuevas formas para interactuar y comunicarnos, entre otras.

Estos cambios y las emociones son inalienables, así que nos perdemos en una lista de sensaciones donde experimentamos alegría, dolor, odio o miedo, sin encontrar una razón lógica de estas sensaciones. Tratamos de buscar una explicación y lidiamos con estas emociones de dos formas:

  1. Las juzgamos como buenas o malas.
  2. Las evadimos y nos desconectamos de ellas.

Las emociones no son ni buenas ni malas, sirven para un propósito importante y nos proveen de información valiosa, ya que nos motivan a la acción y nos conectan con nuestros valores y prioridades. Sin embargo, la mayoría de las veces no sabemos por qué nos sentimos de cierta forma; así que preferimos evitar sentir dichas emociones y desconectarnos a través de mecanismos de supervivencia como la comida, el alcohol, el cigarro, etc.

Es importante entender que las emociones son neutras, por ejemplo, podríamos pensar que la alegría es una sensación positiva comparada con la tristeza; sin embargo, estas dos emociones tienen mucho en común. La alegría significa que obtengo algo que tiene un gran valor para mí, y la tristeza tiene que ver con una pérdida de algo que me importa. Así que ambas emociones son dos aristas de la misma necesidad y no podríamos tener una sin la otra.

Nuestras emociones sirven como guía para enfocar nuestra atención e invitarnos a actuar de determinada forma. Por ejemplo, el enojo, es señal del bloqueo que tiene nuestro camino, entra nuestra atención en la amenaza y motiva una respuesta de lucha contra el obstáculo. Podemos entonces encontrar que tienen un propósito, nos ayudan a descubrir oportunidades para conectar y buscar las experiencias positivas en nuestras vidas.

 

¿Cómo podemos manejar sanamente nuestras emociones?

Reconocer nuestras emociones es el primer paso para encontrar cómo enfrentarlas de una forma sana. Identificarlas nos ayuda a tener información sobre por qué las sentimos. Hacer esto puede ser incómodo, porque existen emociones no placenteras; sin embargo, cuando nos conectamos con el sentimiento, podemos observarlo, nombrarlo y eliminar el juicio.

Cuando reconocemos y nombramos a las emociones construimos un puente entre las áreas cognitivas de nuestro cerebro. Con sólo hacerlo, estamos reduciendo la intensidad de la reactividad emocional. Las emociones nos dicen a qué debemos poner atención, cuando las entendemos logramos notar que son señales de lo que es importante para nosotros.

Lo siguiente que debemos hacer es entender el propósito de nuestras emociones, de esta forma podemos conocer sus efectos en nuestros pensamientos y comportamientos. Hay una razón por la que nos sentimos así, las emociones son las conductoras entre lo que pensamos y lo que hacemos. Nos proveen de información valiosa que indican una necesidad; además de que nos motivan a la acción y nos conectan con los otros al comunicar lo que queremos y necesitamos.

Es importante saber que nuestras emociones se desencadenan en respuesta a algún tipo de estímulo. Cuando ocurre alguna situación, sentimos, pensamos y actuamos de determinada forma como resultado. Regularlas significa tomar control sobre nuestras respuestas a esas emociones, es decir, podemos usarlas de forma positiva y, a nuestro favor o, dejarlas ir sin sacar lo mejor de nosotros.

Una vez que reconocimos, entendimos y regulamos nuestras emociones, estamos listos para expresarlas y conectar con los demás. Es importante crear un espacio para que podamos procesarlas, aceptarlas y no juzgarlas, vivir la incomodidad que puedan causarnos y simplemente dejarlas ir.

¿Cómo puedo enfrentar y controlar mis emociones de una forma sana?

  1. Desplazando: enfocarnos en sumar momentos de relajación en vez de quitar las emociones no placenteras.
  2. Crear distancia de tus emociones: observarlas sin juicio y verlas fuera de nosotros. Nuestras emociones no definen quiénes somos. Ayuda escribirlas para externarlas y entenderlas desde otra perspectiva.
  3. Escribir una lista de lo que debemos evitar: cuando nos sentimos sobrecargados, podemos escribir una cosa que necesitemos hacer y alguna actividad que en ese momento deseemos evadir.
  4. Autonutrición: empoderarnos a nosotros mismos para encontrar estrategias que nos ayuden a sobrevivir las emociones. Podemos preguntarnos:

– ¿Puedo permitir la emoción?

– ¿Cómo puedo confortarla?

– ¿Cómo puedo usarla de manera útil?

 

Finalmente, debemos aprender a honrar nuestras emociones, tendemos a pensar que atrevernos a sentir es una señal de debilidad, cuando en realidad se necesita valor para andar a través de ellas, en vez de evadirlas. Cuando logramos aceptarlas estamos asumiendo que la felicidad que queremos viene de tomar acción y de mirarnos a nosotros mismos con compasión y aceptación.

 

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