UNA CONCEPCIÓN SIMPLISTA DE LA EQUIDAD LABORAL SE REDUCE A LA BRECHA SALARIAL, DE OPORTUNIDADES Y REPRESENTACIÓN POLÍTICA, PERO OMITE QUE HOMBRES Y MUJERES TENEMOS NECESIDADES DISTINTAS EN CUESTIONES DE SALUD.

 

Rocío Álvarez Bauza, egresada de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en 2004, Licenciatura en Teatro en 2005 y Maestría en Psicología en 2006.

 

Tras más de quince años en contacto con todo tipo de organizaciones internacionales e involucrada en el mundo laboral, pensaba que la equidad de género estaba casi resuelta en México. Pero no es así, y para ilustrarlo mejor, comparto con ustedes una lamentable experiencia que me tocó vivir. Debía hacer una presentación ante los directivos de una empresa trasnacional, me explicaron que por la cultura de su organización preferían que un hombre hiciera la exposición. Para ellos eso proyectaba una mayor credibilidad sobre los resultados, así que, desmotivada, me retiré y no pude desempeñar mis funciones por el hecho de ser mujer. Hablar de equidad de género significa tener una distribución justa de los beneficios, el poder, los recursos y las responsabilidades entre mujeres y hombres. Al ver la realidad laboral que vivimos en nuestros días, me remonto en el tiempo a pensar cómo fue que llegamos a ocupar los puestos de trabajo. La historia de hombres y mujeres es diferente; los hombres comenzaron con el modelo de trabajo actual a raíz de la Revolución Industrial, cerca del año 1800, mientras que para las mujeres esto es relativamente nuevo, tres generaciones quizá. Para ambos, el proceso ha sido difícil. Antes, los hombres estaban en sus casas, cercanos a sus familias, hasta que abandonaban el hogar para ir a trabajar. De igual forma, las mujeres, desde hacía miles de años, se quedaban en casa para cuidar a los niños.

Las mujeres hemos luchado durante muchos años por ocupar y mantener un lugar en el mundo laboral. Hoy, 45% de nosotras en México estamos incorporadas en este ámbito. Esto representa un avance en temas de equidad laboral; al mismo tiempo, los últimos reportes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde), la Organización de las Naciones Unidas (onu) y la Organización Internacional del Trabajo (oit) hablan de los retos que aún falta atender. La directora de onu Mujeres comentó recientemente que sin progreso en tal materia no podrán cumplirse los objetivos de desarrollo sostenible de 2030. Se han emprendido acciones para alcanzar la equidad, como la campaña que lanzó onu Mujeres, HeForShe, o la herramienta propuesta por InMujeres, la stps y el Conapred: la Norma Mexicana NMX-R-025- SCFI-2015 en Igualdad Laboral y No Discriminación. A pesar de estos esfuerzos, ningún país de la ocde ha logrado aún llegar a la cabal equidad. En el ámbito laboral se han estudiado las necesidades de igualdad de salarios, jornadas laborales, trato justo y responsabilidades y participación en la toma de decisiones, entre otras que deberían ponerse en marcha lo más pronto posible, sin embargo, estaremos un paso adelante si admitimos y reconocemos también que entre hombres y mujeres hay necesidades diferentes en materia de salud. Según la Organización Mundial de la Salud (oms), la salud no equivale a la ausencia de enfermedad, es también un estado de bienestar general físico, emocional y mental.

Largas jornadas laborales, excesivas dosis de estrés, poco descanso, vida sedentaria y una alimentación basada en antojos de comida dulce o «chatarra», que busca compensar el arduo trabajo realizado durante la semana, es un estilo de vida no-sostenible, porque significa ser vulnerable ante una enfermedad crónica. Aproximadamente 75% del gasto médico en México se dedica a atender enfermedades crónicas prevenibles, relacionadas con el estrés, al que las mujeres somos más susceptibles que los hombres porque lo procesamos de forma diferente; nuestra historia y antecedentes en el mundo laboral son distintos. La epidemiología moderna incluye los padecimientos del corazón, cáncer y diabetes entre las enfermedades crónicas que matan a la gente de forma prematura.

La salud es un predictor positivo de la participación en la fuerza laboral y México está rezagado con respecto al promedio de la ocde en muchos aspectos de salud.

EJES IMPORTANTES A CONSIDERAR SOBRE NUESTRA SALUD

1. Creencias limitantes acerca del tema Por ejemplo, dormir poco se percibe como un símbolo de honor: «Dormiré cuando me muera», haciendo a un lado la importancia del descanso. Esto nos lleva a tomar malas decisiones, y nuestro cuerpo se agota. Otra creencia es que «mientras más estresado estoy, más productivo soy», así que nos llenamos de todas las actividades posibles para sentir que estamos avanzando. Olvidamos también dedicar tiempo al autocuidado, porque «no tiene caso perder tiempo en eso, podría estar haciendo algo más productivo».

2. La falta de equilibrio en nuestra vida Damos prioridad al trabajo y descuidamos otros ámbitos, como la relación de pareja, dedicar tiempo a la espiritualidad y a la actividad física, así como cuidar la calidad de nuestra alimentación. Cuando nos nutrimos con comida «limpia» tomamos mejores decisiones. La comida lo cambia todo. Como resultado de una encuesta aplicada a mujeres que trabajan en puestos directivos en empresas de nuestro país sobre cuál consideran que es el principal reto que enfrentan en su lugar de trabajo, sorprendentemente la mayoría comentó que el desafío más importante tiene que ver con la falta de equilibrio en su vida. Esto lo consideran más importante, por encima incluso de los retos en cuanto a la equidad laboral.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

Necesitamos ser conscientes de las creencias que nos limitan diariamente y nos impiden dar prioridad al cuidado de nuestra salud; una forma de deshacernos de ellas es conectar con nuestra intuición, además de cambiar nuestra percepción sobre lo que es ser exitosos. El verdadero éxito radica en dar lo mejor de ti todos los días y «estar» para las personas más importantes. Aprender a balancear todos los aspectos de nuestra vida es invertir en nuestra salud y bienestar a largo plazo. Es aprender a manejar el estrés que nos hace vulnerables a enfermedades crónicas, manejar nuestras emociones para expresarlas de manera adecuada, buscar tiempo para respirar conscientemente y poner un alto a nuestras actividades interminables. Por tanto, hablar de equidad laboral, de una manera más desarrollada y humana, significa que hombres y mujeres necesitamos tomar control sobre nuestra vida; es decir, tener la capacidad de distinguir opciones, asumir decisiones y ponerlas en práctica. Decidir mejorar nuestro estilo de vida en pro de nuestra salud es un acto individual y también de las organizaciones, proporcionando a cada persona lo que necesita de acuerdo con su rol, género, edad y momento, para mantener un equilibro en su vida.

«Equidad no es dar a todos lo mismo, sino a cada quien lo que necesita».

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